sábado, julio 10

Y ya no sé, tal vez se trate de crecer

(borrador que tenía pendiente de algún momento del 2009. Hoy lo publico, y todavía tiene sentido para mí, la maldita esperadora.)

Pasaba mucho tiempo de su vida buscando "el momento correcto" de cada situación. Despertarse a la hora adecuada, esperar su turno para hablar, poder decir basta, dar el primer paso. Infinita cantidad de acciones que, si bien deseaba realizar, continuamente postergaba, porque "el momento no había llegado"... se pasó muchos años de su vida esperando, intentando vivir a la par, pero sin dejar de esperar y esperar. 
De repente, un día de marzo, del año corriente, el gran amor de su vida le dio la gran consigna: "no, todavía". Casi sin escucharlo (de hecho, su recuerdo es confuso y tal vez, en verdad, no lo haya escuchado) decidió hacer caso omiso a la orden: si no era en ese momento, ¿cuándo sería? Y así fue, como pudo ser feliz por un momento, que ni duró tanto tiempo. Pero también fue el momento en el que sin saberlo, lo estaría perdiendo, por completo. Para siempre.
Pero como todo, el tiempo pasó, y lo que sucedió fue quedando atrás, cada día un poco más. Algunas veces se preguntaba, que pasaría si hubiera esperado que se desvaneciera aquella negativa y hubiera esperado por el fin de ese condicionante "todavía", pero en verdad, nada pasa y nada pasó.... Y ella nunca lo entendió.
No entendió, porque estaba fuera de su campo arriesgarse en destiempo y dejarse llevar, salir de su continuo "algún día" y matar el "no, todavía". Matarlo en fantasía, porque aún, todavía sigue sujeta a esa consigna.

Maldita consigna! ¿Por qué alguien se aferraría a algo tan enrejado? Si viera pasar por su frente todos los "ahora o nunca" que se le presenten, su panorama sería más claro y entendería que EL MOMENTO HA LLEGADO, pero todavía insiste en protegerse detrás de ese escudo inmundo... ¿Protegerse de qué? Si la vida duele y eso la hace vida, el viento frío en la cara es lo que nos hace saber que podemos sentir, y las lluvias torrenciales no nos matan: nos dejan mojados y desdichados, pero sólo por un rato, hasta que sale el sol para darnos su calor, y es en ese momento cuando vemos que, aunque valga la pena esperar, porque lo mejor siempre está un poco más allá, si no vivimos el momento, se nos pasa, y tal vez, si hoy no hace frío, mañana no podamos ver qué bueno que es sentir calor.

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