jueves, enero 16

Acá estoy, siendo hoy

Muchas veces al volver, me di cuenta que había cambiado o que estaba por empezar a hacerlo. Es como si volviera a nacer, completa-mente de nuevo. Como si de repente todos los vacíos que sentía no existieran más, como si la lección que aprendí hubiese sido la misma que la vez anterior: los vacíos no necesitan llenarse, ya no lo intentes, desaparecen su tiempo. A su tiempo, tiempo psicólogico, claro, porque no hay nada más real que ese "de repente". De un segundo para el otro, casi sin tiempo de que nuestra mente pueda darse cuenta, o siquiera prevenirlo. Pasa, porque tiene que pasar, el vacío desaparece, porque no existe, nunca estuvo allí. Ahora también, así, igual de repente, puede suceder que el "lleno" también desaparezca, como por arte de magia, dejándonos un vacío, que... ¡sorpresa! no existe en realidad. Nunca uno "está lleno" o "está vacío", uno puede sentirlo así, como si el ser que lo habita a uno por dentro se hubiera mudado a otro lado, a habitar en otra persona. Pero nadie puede habitar a uno mismo más que uno mismo, uno mismo es un todo, una totalidad de persona que no puede dividirse y separarse de su todo.
A veces siento volví no solo a mi casa, sino a habitar en mí misma. Y aunque sé que tengo visitas todo el tiempo, mi labor ahora, para protegerme de volver a alquilar en el ser de otra persona, es enseñarle a las visitas y aprenderlo también, que antes, durante y después de una reunión con otras personas, cada uno debe permanecer en sí mismo, y no mudarse a otro expulsándolo de su propio ser, ni recibir visitas que lo expulsen a uno de quien es.