domingo, octubre 30

Estoy harta, cansada, decepcionada, frustrada. Me siento mal. Probablemente sea yo, de hecho sé que soy yo el problema, pero es algo más fuerte de lo que puedo controlar.
Estoy sola, como siempre lo estuve, pero ahora más sola que nunca. No tengo con quién hablar o a quién expresarle esto esperando que le importe. En el último tiempo me di cuenta que a nadie le importa lo que le pasa al otro con la misma magnitud que a mí, llegué a hartarme de que la gente sea tan indiferente que opté por no interesarme más por nada que no fuera recíproco. Y acá estoy, prácticamente sola, y sé perfectamente cuál es el problema.
No sé por qué, solo sé que siento. Todo lo que pasa a mi alrededor me hace sentir, esa es mi forma de reaccionar. No puedo serle indiferente a muchas de las cosas que pasan, me tocan, me llegan. Y me da mucha pena que a la gente que tengo alrededor no le importen ciertas cosas, no sienten ni piensan al respecto. Y no me refiero a cuestiones políticas, nada que ver, sino a simples cosas de la vida cotidiana. A las palabras de otro, a lo que le pasa al otro, pequeñas demandas que hacen una mejor convivencia.
Lo que me pesa hoy es en realidad, que me siento sola, necesito un amor que no encuentro. No lo encuentro porque cuando intento abrirme a encontrar a alguien con quien compartir momentos, primero me dejo ser. Soy yo, el ser que siente profunda e intensamente cada cosa que le pasa, el ser que se permite sentir todas esas cosas. Ser al que a la primera de cambio censuran, ignoran, omiten de sus vidas estas nuevas personas que intentaba conocer. Ser que no conoce el punto medio para sentir. Ser que después de tanta censura, tanto fracaso opta por interpetar un rol, alguien equilibrado que no es. No es y no se siente cómodo siéndolo.  Y de todos modos, no sirve de nada. Si al fin y al cabo, tampoco consigue lo que busca.
Entocnes, ya no sé cuál es la respuesta para todo esto. Ya no sé cómo debería sentirme o cómo debería actuar, si siempre que lo intento lo hago mal. Y ya me harté, estoy sincera y dolorosamente cansada de que la gente tenga tanto miedo a dejarse sentir.