jueves, diciembre 29

Presagio de buena suerte


Mi mamá una vez me dijo que la lluvia trae buena suerte. Hace ya tiempo que deje de ver al a suerte como algo del azar, la vida me demostró que nada está librado al azar... así que prefiero llamarle, mejor que buena suerte, buena fortuna.
Ese día entendí muchas cosas de la lluvia, y entendí por qué la había empezado a amar. Desde el verano pasado, y probablemente un poco antes, cada vez que llueve la secuencia para mí es así: primero y principal, inflar mis pulmones con el olor de la lluvia impregnando en la tierra o en el asfalto, después, sonrío, y mi corazón me trae a la memoria centenas de recuerdos, buenos recuerdos, de los días de lluvia. Y al final, empiezo a acordarme de cada una de las personas con las que viví las cosas de las que me acuerdo. 
Y ahí empieza la llovizna de recuerdos, una noche encerrados en un auto, y la canción que escribió esa misma noche. Y cada vez se hace más fuerte, y esa noche de campamento las dos solas, con frío, un poco de miedo, y las risas del final. Y ya es una lluvia torrencial, y esas caminatas bajo la lluvia sola en Córdoba y en Buenos Aires, y el brasilero del hostel ofreciéndome Cashaça, y la lluvia se tranquiliza pero el corazón se me ensancha, y tu sonrisa haciéndome compañía en el bondi, antes de que profieras ninguna palabra. Y la lluvia para, y semanas después vuelve a empezar, y mi mamá dice "la lluvia trae buena suerte" y yo dentro mío pienso que sí, y pienso que amo la lluvia, y abro la boca y saco la lengua, a ver si me cae una gota, o estiro el brazo y abro la mano, para sentir la pureza de la lluvia en mi piel.

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